Una torta consistente

La semana pasada me puse a hacer un lemon pie para llevar a un cumpleaños, y uno de mis hijos llegó a la cocina con la nariz levantada, siguiendo el rastro del perfume de la masa horneada. “Hmmmm qué rico”, dijo.

No me preocupé mucho de que la atacara como tantas veces, porque en estos tiempos está encantadísimo con el crossfit y la dieta Paleo. Aunque le dije  que hay que comer de todo, según dicen los especialistas en nutrición, sigue entusiasmado entrándole a las proteínas y mirando con asco las harinas, la papa  y el azúcar.


Como le encanta cocinar me preguntó cómo se hacía esa tarta que no iba a comer, y le expliqué que tenia la clásica base de galletitas dulces, azúcar y manteca. Y encima una mezcla de leche condensada batida con 4 yemas y media taza de jugo de lima, que se lleva a horno mediano durante 20 minutos.  

Mientras yo lavaba el bowl y el batidor empezamos a hablar de un asador criollo que se está haciendo con su hermano en el jardín. En realidad hace más de dos meses que entre los dos se pusieron a hacer una especie de “piletita” en una zona que les cedí, donde quieren clavar la cruz de hierro para cocinar cordero, chancho, etc. El proyecto empezó con un entusiasmo que luego decayó, y ante mis quejas de tener una especie de tumba en medio del jardín, resolvieron retomar. Me comentó que había visto modelos de asadores con paredes de ladrillo refractario, adoquines, bloques de cemento y pensamos que tal vez podríamos comprarle piedritas blancas en el medio para que quede más lindo.



Cuando terminé de lavar y acomodar me acercó el teléfono para mostrarme unas fotos. Yo las miré atentamente y le dije que era muy rara esa base de tarta bicolor, que cómo habrían hecho para que sea así y de qué sería la masa. También comenté que estaba muy prolija y seguramente quedaría muy rica.

Ví que mi hijo se reía. Y me agrandó las fotos. No era una base de tarta de galletitas sino un asador criollo con un prolijo borde de ladrillos de dos colores. Todo esto me pasa por no tener los anteojos a mano. "No te dije nada porque estaba causando mucha gracia lo que me decías", comentó. 

Por eso es que ahora tengo varios pares de anteojos de esos descartables, repartidos en cada rincón de la casa. No quiero que crean que tengo Alzheimer o que me volví loca por haberle puesto yerba a la pizza o yoghurt al café. Lo que ocurre, sencillamente, es que en esta casa ¡hay muy poca luz! 



Comentarios

  1. Gabi, que divertido es leer tus cuentitos.....uno además de reírse se da cuenta de que todos los hogares son iguales, solo cambiam la dirección! Seguí escribiendo siempre. Besos,Trinta!

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