Un postre de Año Nuevo
Mi abuela no sabía cocinar; los ingredientes que más conocía eran el rimmel, la sombra compacta, la base y el delineador líquido para ojos. De todos modos, cuando llegaban las fiestas de fin de año ponía empeño y preparaba un postre. Era una de las cuatro recetas que sabía, y la verdad es que le salía muy bien. Antes de que se conociera el tiramisú en nuestro país, en las casas de inmigrantes italianos se preparaba el “postre de vainillas”. Es bastante parecido, aunque en lugar de mascarpone lleva bastante manteca y la cubierta llena de nueces picadas. Antes de empezar con el ritual de cocina, mi abuela ponía un mantel blanco en la mesa del comedor, y disponía todos los utensilios de cocina como seguramente hacía cuando estaba en el quirófano: dos espátulas, una cuchara de madera, una cuchara de té y otra de sopa, un cuchillo, un gran batidor de alambre y otro pequeño. Todo perfectamente ordenado de menor a mayor. Cuando había puesto el último cubierto alineaba los i