Niguiris y gomitas para el pelo


La semana pasada estuve en el barrio chino de Belgrano, en la calle Arribeños. Fui en busca de algunos ingredientes para cocinar, con la idea de que ahì era màs fresco, màs variado y màs barato.

Lo de màs barato, creo que a esta altura es una leyenda urbana. Muchas veces uno tiene la ilusiòn de que porque son chinos, todo lo que venden es casi regalado, y hasta al principio de los tiempos creíamos que como no entendían... no sabían. ¡Craso error!, dirìa Mariano Grondona. ¡Mingaaaaaaa!, dirìa Lita de Làzari. Son màs vivos que vos y yo juntos, y cada vez que la cosa se les pone castaño oscuro te miran desconfiados (que mucho no les cuesta por la forma de sus ojos). Y ahì nomás te dicen: "Nontendo", que en porteño significa no entiendo. Pero cuando la cosa es al revès, y existe una mìnima posibilidad de que quede un centavo a tu favor, ahì pasan a ser eminencias del sistema cambiario mundial, unos sabelotodos de la numismática. Así son estas dos caras de una misma moneda, china y ¿por què no? con agujerito en el medio, de esas que se usan en el Feng-shui.

Asi fue que en mi tour de compras conseguì todo lo que necesitaba, y tengo que reconocer que habìa buen surtido y calidad. Traje todo lo de la lista: algas, ajinomoto, sèsamo blanco y negro, wasabi, salsa de soja, salmòn, harina integral superfina. ¡Y tambièn un abanico, gomitas y hebillas para el pelo, una linterna a dínamo y tres docenas de sahumerios!

¿Què clase de receta combina pescado con gomitas para el pelo? Ninguna, claro està. Pero se apoderò de mì esa manía de entrar en esos negocios que venden chucherìas baratas, y llenè el canastito de artìculos que no necesitaba. ¿Quièn puede reconocer que nunca lo hizo?

Algo por el estilo pasa con las promociones de los mièrcoles en los shoppings. Esos dìas aprovechamos para comprar los regalos de cumpleaños de las amigas, asì podemos elegir algo mejor por un precio màs conveniente. Un ahorro con mejoras. Hasta acà, todo bien. El problema empieza cuando, ya que estamos, nos compramos algo para nosotras. Al diablo con el ahorro y el 15% de descuento.

Otra calamidad son las liquidaciones. Como con el abanico y la linterna, más de una vez volvì a casa con un sweater que ni siquiera me convencìa del todo. ¡Pero estaba tan barato que me daba làstima no aprovechar! Y ahì se quedò, durmiendo para siempre en el estante.

Pese a todo esto, hasta tengo un argumento justifica nuestra conducta. En la prehistoria, mientras el hombre se iba a cazar animales para comer, la mujer se quedaba en la cueva con los hijos y de paso juntaba frutos y semillas. Cada mièrcoles en el shopping, nosotras obedecemos nuestros instintos más ancestrales. Sencillamente, ¡estamos recolectando! Sin lugar a dudas, es una cuestiòn de supervivencia.

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