Metete el gato en el culo

 

Un hombre pinchó una goma en mitad del campo. Se bajó del auto y allá lejos vio una luz encendida en una casa y empezó a caminar hacia ahí para buscar ayuda.  

Mientras caminaba pensaba: “¿Y si no tienen gato?, ¿y si no me quieren ayudar?, ¿y si tienen gato pero los malparidos me piden plata? ¿Cuánto me pedirán?, ¿1000 pesos? ¿2000 pesos?, ¿5000 pesos?”.  Y así siguió imaginando situaciones, una peor que otra.

Cuando llegó a la casa, tocó el timbre, y un hombre le abrió la puerta. Sin dudarlo, nuestro personaje le dijo: “¿Sabés qué? ¡Metete el gato en el culo!” 


Este chiste viejo pero muy real describe lo mal que estamos predispuestos muchas veces, por las dudas, o por hábito. Algunos dicen que la situación, el estrés, la sociedad, el mundo, la guerra, la pandemia, etc. hacen que todos estemos siempre al borde del estallido. 

Personalmente tengo que admitir que estaba acostumbrada a defenderme por las dudas. Y a pensar que el otro venía irremediablemente a tratar de joderme la vida. Por suerte, con los años y la terapia, pude ir dándome cuenta de esto y al menos, reflexionar antes de tirar la primera piña. 

En mi barrio hay una barrera muy transitada, donde los que la cruzan tiene prioridad de paso. Como se juntan muchos autos, hay una fila que aguarda del lado izquierdo, donde más de una vez los conductores empiezan a tocar bocina impacientes. Pero no les queda otra que esperar, la prioridad de paso es así. Sabiendo que estoy ejerciendo mi derecho, hasta me gusta tirarle el auto encima a que atisba a pasar cuando no le corresponde. 

El otro día, mientras yo "ejercía mi derecho", cruzaba la barrera y doblaba, un hombre que esperaba sobre la izquierda me hizo una seña como de "poné el guiño". Yo frené junto a su ventanilla y le dije con voz metálica "tengo prioridad". "ya sé, por eso te estoy esperando, pero tenés que poner el guiño para que el que espera sepa si vas a doblar o a seguir derecho". 

El hombre tenía toda la razón, y me sentí una cocorita insoportable, igual al del cuento. Juro que desde ese día me propuse respirar hondo y mirar antes de decir "metete el gato en el culo" porque la mitad de las veces, la gente solo quiere ayudar. 

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