Volver a la aldea


Esta semana anduve por varias calles de Belgrano, cerca de Barrancas. Pasé por mi colegio, en la calle Federico Lacroze, y descubrì que en esa misma cuadra, una casa divina tipo petit hotel se habìa convertido en un nuevo colegio de nombre tipo nosequè Hills, o nosecuanto Oaks. No sè qué pasa con los colegios de ahora que se llaman todos parecido: basta con agrupar un par de adjetivos y sustativos, y ya tenemos el nombre. San Alguien of the Hills, Oak Hills, Green Hills o Cachamai Hills, la cosa es que sea en inglès, para que parezca prestigiso y bueno.

Pero el tema era otro. Despuès seguì caminando  y vì que el Banco Provincia de Luis Marìa Campos, al que acompañaba a mi papà a hacer tràmites no está más, y el local dice "Se alquila". El Nike de Lacroze tambièn cerrò, al igual que la heladerìa a la que ìbamos al mediodìa antes de entrar a clase. Es triste ver que los lugares a los que ìbamos de chicos ya no existen o son màs feos de lo que nos acordàbamos. Una vez volvì a la casa de mis abuelos, y la vi chiquita y vieja, ¡y zas!, se me borrò ese recuerdo tan lindo que tenìa.

Los viejitos sabios dicen algo asì como "No vuelvas a aquèl lugar en que una vez fuiste feliz". Porque nos puede pasar como con la casa de mi abuela. Una amiga me contò que su marido volviò a un club de golf en Suiza en el que empezò como profesor,y sólo encontró un yuyal y unas casillitas de madera hechas bolsa. Error. Error. Estos viajes al pasado en general nos deparan sorpresas mas bien feìtas.

Está claro que no hay nada mejor que vivir mirando para adelante, y dejar lo pasado en un rinconcito de los recuerdos. Y dejarlos como combustible cuando tenemos alguna nostalgia, y nada màs.


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