Los Reyes Magos, a veces son jodidos

Sí: aunque los Reyes Magos parezcan tres viejitos inofensivos, algunas veces pueden llegar a ser jodidos.Y lo digo porque un año me amargaron la mañana. Lo recuerdo bien, como si hubiera pasado ayer: era muy temprano cuando fui corriendo al hall del departamento de la calle Condarco, esperando encontrar mi  regalo. Pero solo había dos cajas de cartón que abrí deseando poder convertir las piedras en oro, aunque no pasó nada. ¿A cuál de los tres trastornados se le habría ocurrido dejarme 10 tomos de la "Enciclopedia Uthea para la Juventud"?

¿Acaso no habían leído el papelito que les dejé en su propias manos en Gath & Chaves? Ahí estaba todo claramente expresado con letra grande y prolija, para evitar confusiones: “Queridos Reyes Magos: quiero que me traigan una bicicleta, un hermanito o una mesa de luz”. Pero no, los señores habían decidido hacer lo que se les daba la gana haciéndome sentir mal. Como cuando para tu cumpleaños, en lugar del Cerebro Mágico que tanto querías ¡te regalan un pijama! ¿Quién puede querer un pijama? ¡Eso no es un regalo, es un castigo! Y encima tenés que decir “gracias”.

De todos modos, no todos mis 6 de enero fueron tan trágicos. El regalo más lindo que recuerdo es un monito de peluche que tocaba los platillos. Se activaba deslizando un botón que tenía en la espalda, y el juguete empezaba a mover los brazos y a entrechocar dos platillos de metal dorado  haciendo “chín, chín, chín”. A los seis o siete sonidos daba una vuelta carnero hacia atrás y volvía a caer de pie. Algunas veces la pirueta resultaba un poco fallida y aterrizaba de costado, pero seguía en el piso con su incesante “chin, chin, chin”, aunque ya no podía dar el salto fantástico.


Para ser honesta, la Enciclopedia Uthea para la Juventud fue un buen regalo y tenía sus encantos. En cada tomo había una sección con fábulas y cuentos de todo el mundo, donde conocí muchas de las historias de Las Mil y Una Noches, las originales y no las del gordito autoritario de Onur. Los cuentos venían maravillosamente ilustrados, y me encantaba pasar las tardes apreciando cada detalle de la ropa de los personajes, los animales fabulosos y los monstruos y seres mitológicos más extravagantes.  También había capítulos con juegos, planos para construir juguetes y recetas de cocina para niños. Con el tiempo, ese regalo tan odiado se convirtió en un entretenimiento y una compañía que me duró varios años.

Cuando tuve mis hijos, la tradición del 5 de enero era hacer cuencos de barro para poner el pasto para los camellos. Juntábamos tierra en una palangana de plástico y le agregábamos agua de a poquito hasta formar una pasta chocolatosa. Mis hijos disfrutaban muchísimo metiendo las manos hasta la muñeca dentro de la mezcla, de donde sacaban grandes bolas para modelar. Cada uno hacía su propio recipiente, que dejaban secar toda la tarde al sol.

Al anochecer ya estaban bastante consistentes como para convertirse en bowls donde poníamos el “alimento” para que los animales cansados pudieran recobrar fuerzas. A un costado dejábamos un balde con agua, para que pudieran también saciar su sed. ¡Con qué alegría comprobaban al día siguiente que los camellos se habían comido todo el pasto! De todos modos, siempre quedaba alguna que otra brizna en el suelo; aunque fueran vehículos de la realeza, eran finalmente animales y comían como tales. 

Pasado el primer impacto de ver los cuencos vacíos, venía la apertura de paquetes colocados a un costado de los tres pares de zapatos. Y curiosamente, los Reyes Magos de esa casa nunca, nunca, dejaron ni un pijama ni un libro.




Comentarios

  1. Buenos días! Soy de Argentina. Tengo recuerdos maravillosos de esta enciclopedia. Gracias a ella aprendí sobre animales, cuentos, mitología, artes manuales y experimentos. Era sencillamente espectacular! Hermoso lo que escribiste! Saludos!

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